El vestido invisible- Cuarte parte del manifiesto de la Reina de Corazones
Un día, la Reina de Corazones dejó de coser.
No porque se cansara, sino porque comprendió que ya no había nada que remendar.
Esa mañana se miró frente al espejo del alma —no el de cristal, sino el que refleja lo que no se ve—
y se descubrió desnuda de máscaras, libre de adornos.
No llevaba vestidos, ni joyas, ni nombres que la definieran.
Y, sin embargo, brillaba.
Porque en su piel vivían todas las telas que había amado:
el lino del perdón,
la seda del coraje,
el algodón de las lágrimas,
y el terciopelo suave de las nuevas esperanzas.
El vestido invisible no cubre, revela.
No adorna, acompaña.
Está hecho de presencia, de autenticidad, de amor vuelto forma.
Así la Reina se convirtió en lo que siempre fue:
una mujer que aprendió a coserse por dentro,
hasta volverse entera,
hasta volverse alma.
Y allí, entre el hilo y el silencio, nació su verdad:
“Donde el alma cosse.”
Esa es mi historia:
he cosido heridas,
he bordado sueños,
he descosido miedos,
y en cada puntada he encontrado
el hilo que me une conmigo misma...
un hilo que me atraviesa,
que me sostiene,
que me recuerda quién soy.
Ese hilo soy yo:
la que hila el alma con la vida,
la que viste de sentido lo invisible,
la que aprendió que coserse por dentro
es la más bella forma de libertad.
Y si este hilo sigue…
que siga hacia el futuro.
Porque mientras haya almas que quieran crear,
habrá nuevas telas que amar,
nuevos sueños que bordar,
y nuevas formas de volver a empezar.